lunes, 27 de junio de 2011

Complicidad ocular

I
La doctora Luciana me había sacudido desde el primer día. Fue en enero cuando llegué a esa clínica céntrica por recomendación familiar. Mientras me examinaba los ojos me preguntó si estudiaba, que hacía de mi vida. Yo, algo incómodo le respondía como podía. En esa oportunidad me derivó a un médico especialista para hacer más estudios. Después de esa mañana de enero no la volví a tener como “mi doctora” pero siempre se pasaba donde yo estaba, me saludaba, me agarraba el hombro cuando pasaba cerca mío. Tengo que decir que al cabo de unos meses en esa clínica ya me sentía una vedette, conocía a todos los médicos, mejor dicho médicas; y Luciana era la princesa, la más bella. Mientras esperaba la seguía con la vista, su rostro suave endulsado por sus miradas cambiantes y a veces sugerentes, su pelo ondulado y a veces alisado

II
Meses después de la cirugía Luciana se hizo cargo de mi nuevamente. Fue una tarde de lunes en la que recuerdo discutí muy feo con una secretaria por haber faltado a un control. La doctora me llevó al consultorio y me tranquilizó. Creo que ella me sacó la ficha y supo que hacer, los tipos que somos muy tranquilos, acostumbrados a aguantar y aguantar un día explotamos y se pudre… y se pudre mal. Recuerdo ese lunes sobre todo porque después jamás volví a ver a la secretaria, por momentos pienso que después de eso la echaron, pobre mina después de todo, aunque si fuera así no siento culpa, pero lo cierto es que ahí no labura más.
El turno siguiente que debe haber sido en el mes de julio Luciana estaba espléndida, tenía un vestido largo de color celeste floreado. Mi salud visual iba y venía pero con ella se pasaba mejor, las anestesias, los masajes, los ojos encandilados y sus preguntas sobre mi. ¿Qué tal los chicos? La Literatura es fascinante, tendríamos que hablar algo de eso un día.. aunque parezca raro en ese instante no me paralicé, no me sorprendí, en un punto sabía que podía pasar. Yo tranquilamente le pregunté los efectos benéficos de la marihuana para la presión ocular, ella sonrió y me dijo que los beneficios eran reales “pero viste como es esto… no digas que yo te dije”. Estaba todo dicho, la relación benéfica de la marihuana hacia mis ojos y a su vez la vinculación entre porro y literatura, y atrás de todo eso Luciana!
No dudé un segundo y ahora el que puso el turno fui yo, le dije que el viernes a la salida de la clínica la podía pasar a buscar para vincular todo eso, yo podía defenderme con literatura y ella hablarme clínicamente de la marihuana. Sus pupilas estaban absolutamente dilatadas, sus ojos brillaban y le hacían contraste con su vestido.

III
Ese viernes cargué unos libros de poesía, básicamente una antología y salí al encuentro. La esperé a tres cuadras de la clínica donde habíamos convenido. Llegó, ya se había sacado el guardapolvo y tenía el pelo alisado con flequillo, también le quedaba bello. Apenas me saludó no me dejó pronunciar palabra y me llevó a su departamento en bulevar San juan, cerca de la cañada. Me contó que su día había sido tranqui, y esa tarde solo había estado escribiendo historias clínicas.
Minutos después llegamos a su departamento en un quinto piso, el departamento era amplio con lindos adornos y por sobre todas las cosas estaba limpio.
Me senté en el sillón mientras ella destapaba una cerveza que instantes antes sacó de la heladera. Eran más o menos las siete de la tarde, empezamos hablando de nosotros, le mostré el libro que había llevado, ella inmediatamente me lo sacó de las manos, se sentó a mi lado y lo empezó a ojear, me dijo que le leyera una poesía a elección y que después el libro iba a quedar en ese departamento hasta que lo leyera completo.
La cerveza la bebimos de una sola vez, se nos fue rápido, casi no nos dimos cuenta. Le pregunté si fumaba porro y ella sonrió, hizo un gesto y tiró la cabeza hacia atrás… me dijo que de vez en cuando lo podía hacer pero no era lo suyo.. “No te recomiendo que fumes mucho, serías un inadaptado social” y largó una carcajada que yo acompañé gustoso.
Después de cenar y con varias cervezas encima leímos, un feedback poético. De fondo y bajito sonaba una melodía de REM, es la que más recuerdo en realidad. Pasadas varias lecturas me dijo que deberíamos fumarnos uno, se levantó, se dirigió hacia un armario y trajo un paquetito que en menos de cinco minutos se transformó en un humeante porro, lo fumamos juntos sentados en el confortable sillón del departamento. Para ser sincero, yo nunca había fumado, solo alguna vez lo había piteado en alguna fiesta universitaria, en eso sin dudas tengo un tiempo desperdiciado, años de universidad impregnadas de porro y yo nada de eso, pero la situación se dio así. Nos fumamos dos de esos cigarros improvisados, el libro había quedado en la mesa ratonera que estaba en frente de nosotros, nuestros diálogos eran fluidos, anestesiados claro, pero con una dinámica imparable. Esa tarde noche había confirmado lo que en esos meses se me había dado por intuir.
Eran la una de la mañana aproximadamente y seguíamos ahí afilando sintonía, de voces, miradas y tacto. Ella se abalanzó sobre mi rostro pretendió examinarme tal vez, me tomo con sus dos manos y mientras me acariciaba le dije “Que loco que es todo esto, ya somos dos inadaptados” y ella volvió a sonreír y dijo que ya era tarde para que me fuera ¿“Te querés quedar”? y como es de esperar yo no tenía pensado poner ningún tipo de resistencia ante tal propuesta. Inmediatamente nos besamos y nos acostamos sobre el sillón. El mío era un sueño, era la figura femenina que uno siempre cree que es de los otros, su piel suave, su voz dulce y mirada infalible. Su cuerpo delgado y curvo con el que la veía en sala de espera estaba ahí: frente a mi, rosandomé el mío.
Esa noche sin dudas tuvo características únicas e inolvidables. Al amanecer nos despertamos de lo poco que habíamos dormido, nos duchamos con agua tibia mientras la pava sonaba indicando que hervía. Desayunamos un café rápido con tostadas y nos fuimos raudamente del departamento. Ella con su habitual guardapolvos blanco directo a la clínica y yo hacía mi casa. A tres cuadras de la clínica, en la misma esquina donde nos habíamos encontrado nos despedimos hasta un nuevo encuentro, no nos pusimos tiempos, dejamos que pasara.

jueves, 17 de febrero de 2011

Los vecinos de enfrente

I

Mientras volvía a casa fije la mirada en Sofía, la vecina de enfrente que estaba parada en su puerta con su bebé en brazos. Años atrás la había visto en un boliche de la costanera completamente borracha y librada a su suerte. Habían pasado varios años ya, por ese entonces Sofía aparecía como una adolescente promiscua, sin filtros, sin inhibiciones. Ella siempre gozó de un cuerpo atractivo, esos cuerpos que uno no se permite no mirar y en comentarios con amigos no puede dejar de proyectar hacía el futuro. De piel morocha y voz aguda y dulce podía atrapar a cualquier exponente que se propusiera. Así parecía suceder esa noche que la vi
Sofía tuvo muchos novios, a varios de ellos los llevaba a dormir a su casa donde vivía con padres y abuelos, al amanecer los despedía vestida con un camisón blanco. Su vida promiscua no era tan pública en la cuadra, sus novios, amantes o filos no eran del barrio, siempre eran caras desconocidas por nosotros. Sé que empezó a estudiar abogacía pero al año dejó y empezó a trabajar en un Call center, esos lugares donde te “solucionan tus problemas que tengas con tu teléfono celular” por ejemplo.
Su madre se llama Luisa y siempre le tuvimos desconfianza en casa, la verdad es que le faltan un par de caramelos en el frasco como se dice. La recuerdo protagonizando escándalos en la calle por los piropos recibidos por Sofía.
Su padre, ese si que estaba loco, me acuerdo una vez, yo era un niño de unos ocho años cuando el tipo completamente borracho gritaba a más no poder en esa casa, los gritos se escuchaban en toda la cuadra, esos gritos fueron acompañados de ruidos como de vidrios, el tipo se chupaba y rompía todo lo que encontraba. Mi madre se apenaba por los abuelos que no solo vivían allí sino que eran los dueños de la casa que este tipo rompía. Los Reyna eran así, muy particulares por cierto.
Los abuelos de Sofía y padres de Luisas son de apellido Taborda. Los Taborda son de los primeros habitantes del barrio, fueron los primeros que tuvieron teléfono fijo y televisor color. Mi madre siente aprecio por doña porota, así es como le dicen a la abuela de Sofía, cuenta mi vieja que cuando ella era niña doña porota juntaba a todos los niños de la cuadra en el jardín de la casa, los hacía sentar en el pasto y ella en un sillón le contaba cuentos de terror, fábulas y mitos. Mi madre siempre recuerda esas nochecitas con doña porota.
De Luisa lo que se sabe es que tuvo una adolescencia parecida a la de Sofía, era muy liberal para la época dicen las viejas del barrio. Después de consumado el matrimonio con Raúl Reyna nació Eduardo, el hijo mayor, y después Sofía. También se le conocen varios amantes, uno de los cuales era un intimo amigo de su marido.
Eduardito, como siempre le dijeron, siempre fue un adolescente grandote, corpulento al lado de los pibes de su edad. Él estudió abogacía también pero abandonó en segundo año. No sé que los habrá llevado a elegir a los dos hermanos esa carrera, tal vez se los dictaba el inconsciente por lo que años más tarde sucedería.
Nuestra relación con ellos era absolutamente diplomática, se podría decir que un “hola que tal y hasta luego” Con los abuelos la relación de mis padres, más que todo mi madre, eran más fluidas. El abuelo Don Juan Taborda falleció ya hace mucho tiempo, hace más de quince años, él viejo había sido bancario toda su vida, en épocas en ser empleado bancario era casi un privilegio entre los vecinos ya que contaban con grandes beneficios sociales y un salario que les permitió vivir con comodidad.

II
Obviamente mi hermano y yo a Sofía la mirábamos de reojo, no fuera ser cosa, que salga su madre o lo que hubiera sido peor su padre y nos griten delante de toda la cuadra… por las dudas tomábamos recaudos.
El padre, Raúl, era militar, nada más y nada menos, sargento del tercer cuerpo de ejercito con base en Córdoba. Alguna vez, creo que en los noventa, había sido llevado como parte de las fuerzas de paz a la ex Yugoslavia que por ese entonces se desangraba en una cruenta guerra civil. En el barrio se decía que habían cobrado muy buen dinero por viajar hasta tan lejos.
Yo lo recuerdo venir todos los días como las 15 hs con un enorme bolso, pero rara vez con uniforme de milico. Hombre de estatura mediana, canoso y una tonada campestre, como del interior.
Hace aproximadamente seis o siete años que los Reyna empezaron a ser visitados por mucha gente, es un decir, lo que empezamos a notar nosotros es que todas las tardes llegaban autos o tipos en motos o parejas a tocar el timbre de los Reyna o de los Taborda. Lo real es que buscaban a Raul quien siempre los atendía en la puerta, no hablaban mucho, no parecían familiares, a decir verdad las caripelas metían miedo y siempre llevaban un bolso negro enorme que cargaban en el baúl del auto. A los días las mismas caripelas  llegaban y devolvían ese bolso enorme que días atrás habían llevado.
Con bolsos parecidos o los mismos, no sé, llegaba Reyna todos los días de trabajar en el ejercito.
Este movimiento lo pudimos advertir con el correr del tiempo, no éramos chusmas y no nos importaba lo que hicieran los demás pero algo raro había en esos encuentros. Lo que jamás pudimos imaginar es el desenlace que tendría.

III

Una noche fría salía yo de un cine céntrico, había ido a ver el estreno de “Crónica de una fuga” película protagonizada por Rodrigo de la Serna y Pablo Echarri, que cuenta una historia real de un deportista que es chupado por los grupos de tareas y llevado al uno de los tantos centros clandestinos de detención por figurar en una agenda de algún militante universitario. La película retrata un poco lo que sería una victoria sobre la barbarie ya que el deportista como sus compañeros de “selda” pueden escaparse de ese horrendo lugar.
En esos días se cumplían 30 años del golpe de estado y yo salía del cine con la película todavía en mis retinas, todavía estaba dentro de ella, metido en la trama de la misma.
Llegué a la parada de colectivo para irme a casa. Mientras esperaba un señor que estaba delante mío para a un taxi, seguramente cansado de esperar el colectivo, yo lo veía de reojo, como que miraba sin mirar, todavía estaba dentro de la peli y el tipo una vez subido al taxi abre la puerta nuevamente y me invita a subir “Te llevo, vení” me dice, yo instintivamente le digo “no, esta bien” una milésima de segundo después reacciono y veo ahora completamente consciente. Era Raúl Reyna, el vecino de enfrente, el padre de Sofía, el milico, el que yo escuchaba gritar de niño. La verdad que no daba para dar marcha atrás y mantuve mi postura, el tipo cerró la puerta del taxi y se fueron.
Al día siguiente mirando el noticiero pasaban un violento asalto en una concesionaria de autos a las afueras de Córdoba capital, más precisamente Villa Allende, en realidad no le llevé mucho la atención a la noticia, los sucesos policiales es lo que menos me atrae de un noticiero y de un diario. El robo había sido grande y violento a pesar de no haber victimas fatales, los delincuentes habían huido con un botín más que gordo decían. Como dije a pesar de haber sido un caso que tomó mucha notoriedad en los medios no le presté demasiada atención  hasta meses después.

IV

Debe haber sido a principios de septiembre cuando nos encontramos con la sorpresa en casa, en la cuadra y en todo el barrio. Habían llegado a casa de los vecinos de enfrente dos móviles policiales una camioneta traffic blanca y dos autos más de civil. Recuerdo que empezamos a espiar por la rejilla de la ventana lo poco que se podía ver. Estaban allanando la casa de los vecinos, la sorpresa fue total, ¿Qué buscaban? Era a media mañana de un día de semana que puede haber sido martes, todo el barrio despierto, la gente pasaba por la calle y no podía dejar de mirar. La verdad que eran muchos los policías, muchos vehículos abarrotados en la cuadra. Yo espiaba con mi viejo, me acuerdo que no se quería perder ni un solo detalle. Los policías entraban y salían. Dos estaban vestidos de traje y no paraban de hablar por celular o por radio.
Habrán pasado tres horas cuando de adentro de la casa de los Taborda empezaron a sacar cajas de madera para meterlas en la traffic blanca que estaba en la puerta. A las cajas le siguió algo que para mi fue impresionante, mi viejo me llamó… “mirá eso” me dijo, era un fusil enorme que yo no había visto jamás, “eso es un fal” me dijo mi viejo, un fusil fal, era la primera vez que lo veía, esa imagen me impresionó
Ya había dejado de espiar, la verdad que no me interesaba tanta vigilia, mientras tanto mi vieja nos llamaba para decirnos que viéramos el noticiero, Gustavo Tobby anunciaba en titulares que estaban allanando la casa de un militar que parecía estar vinculado al gran robo a la concesionaria de Villa Allende. En ese momento nosotros no podíamos creer del todo, ¿Cómo había pasado todo eso y nosotros sin saber siquiera un rumor de esto?
Un juez había ordenado el allanamiento en la casa donde vivía Reyna por estar vinculado al violento asalto a la concesionaria de autos. Parece ser que Reyna le alquilaba armas a otros delincuentes para que para ser usadas en asaltos a grandes empresas, armas que el sacaba del ejercito donde se desempeñaba como sargento.
Esa mañana del allanamiento Reyna se encontraba en su lugar de trabajo habitual, donde fue llevado detenido. Ahí fue cuando nos empezó a cerrar todo, los bolsos enormes con el que llegaba de trabajar, las extrañas visitas y los pesados bolsos que subían al baúl de los autos de los visitantes.
No recuerdo bien cuál fue el encuadramiento procesal de Reyna, digo esto porque don Raúl no compareció demasiado ante la justicia, solo estuvo unas horas detenido, pagó una abultada fianza  y volvió a casa como si nada hubiera ocurrido, y esa fue la sorpresa mayor, le encontraron un arsenal en la casa y no pasó nada, que injusticia decíamos, a cualquiera de nosotros por robar un caramelo de un quisco nos meten dos años en la cárcel comentábamos entre nosotros, milico y basta, un impune total, de donde sacaron tanta plata para liberarlo y que el tipo siga su vida como si nada. yo en esos momentos recordaba la noche a la salida del cine, justo esa tarde había sido el asalto a la concesionaria, yo que siempre digo que no creo en las casualidades, y ese no instintivo a la invitación para irme en taxi con él, que loco había sido todo eso. Lo lamentable es que ese hecho no era lo peor en don Raúl, lo más grave estaba por venir.

V

Dos años después de los sucesos la vida en esa familia parecía haber retomado la tranquilidad. La pobre doña porota después de haberse escondido mucho tiempo de los vecinos,  seguramente por vergüenza, ahora salía a la calle  con normalidad, saludaba a todos y se la veía sonriente, “pobre porota” decía mi madre “Si ella no tiene nada que ver con las cosas que hace su yerno”
Una mañana de marzo nos despertamos con el barrio convulsionado, en realidad no era mi barrio sino uno aledaño al nuestro, en un asalta habían matado a dos personas, una de las víctimas era un niño de apenas cinco años y su madre de 40.
Los móviles de los medios habían copado el vecino barrio para rescatar testimonios.  Las primeras crónicas hablaban de un violento asalto a una vivienda aunque con el correr de las horas se supo que había sido un ajuste de cuentas. Más tarde pudimos ver por televisión en el noticiero los testimonios en imágenes, la gente aprovechaba y se quejaba de la droga, de que estaban atrapados entre fuego narco, que le envenenaban a sus hijos con esa porquería como decían.
Esa madrugada con el día ya encima un grupo de al menos cuatro personas vestidas con uniforme policial entraron por asalto a una pequeña vivienda cuyos propietarios eran distribuidores de cocaína y marihuana. Parece que el jefe de familia se quedó con un vuelto y eso en el mundo narco no se deja pasar y se paga con sangre, generalmente de un familiar cercano. Así fue como estos cuatros sujetos mandados por el jefe mayor aparecieron en esa vivienda y acribillaron a su pequeño hijo de cinco años de dos balazos en la cabeza, la mujer del distribuidor aparentemente resistió la envestida pero no pudo hacer nada y corrió la misma suerte, un disparo en el pecho y otro en la cabeza seguramente como para remate.
El caso tuvo gran resonancia y destapó mediáticamente el drama del narco tráfico y todas sus implicancias, sus complicidades políticas y judiciales. Fue un hecho que sensibilizó mucho a los vecinos, a los de la cuadra y a los otros también, tal vez por la proximidad geográfica con el hecho. Que la víctima sea un inocente niño que aún no empezó a vivir nos mete para dentro, es algo que intento pero me resulta difícil comprender y cuando digo comprender no quiero comprender esa lógica de locura y muerte, práctica abominable reflejo de una sociedad diezmada por las desigualdades.


VI

Fue un anochecer frio de julio de ese año cuando tocaron el timbre de casa. Yo estaba solo escuchando un viejo disco de Los Brujos, lo recuerdo muy bien. El que tocaba el timbre era un amigo del barrio de esos amigos entrañables que había prometido visitarme en eso días. Esta anécdota no tendría gran significación si no hubiera sido por que al abrir la puerta de casa, detrás de mi amigo se veía una pickup de la policía, otra vez en casa de los  Reyna. Nos saludamos con Pedro, mi amigo, ingresó  a casa y lo primero que hice es bajar la música casi a cero. Esta vez no constituyó para mi una gran sorpresa, hasta pensé que se trataba de amigos de Reyna. Con Pedro nos dedicamos a lo nuestro, que era la música y algunos planes futuros. Una hora más tarde llegaron mis viejos y ellos si que entraron convulsionados. Eran varios autos afuera, y muchas cajas con balas que secuestraban de la casa de los Reyna donde vivía Reyna.
Al otro día la noticia era tapa en La Voz, ni hablar de las radios y más tarde la televisión.
Se había encontrado el arma homicida del doble crimen de marzo de ese año donde habían perecido el niño y su madre. La información que brindaban los medios hablaba de que se habría encontrado el arma homicida del doble crimen junto a un arsenal de pistolas y balas sueltas. La arma en cuestión era una nueve milímetros similar a la que usan las fuerzas de seguridad. La información continuaba diciendo que en la casa de un militar que ya tenía proceso por alquiler de armas se le había secuestrado un arsenal de pistolas y balas, una de ellas sería la homicida de aquel horrendo crimen.
Lo primero que pensamos todos es que el tipo había vuelto a las andanzas y había alquilado las armas para ese hecho, pero el balde agua fría llegó cuando una vez detenido Reyna se supo a través de la investigación que él era uno de los que esa madrugada había entrado en esa vivienda, uno de los cuatro sujetos que habían asesinado al niño y luego su madre.
Con el tiempo se supo que Reyna trabajaba para un grupo narco muy poderoso alquilándoles armas y participando en algunos operativos de amedretamiento, al menos eso es lo que arrojó la investigación judicial. El asesino del niño fue uno de los que acompañaba a Reyna esa mañana mientras que Reyna fue el que asesinó a la mujer de un disparo en el pecho. Nada se sabe aún de las complicidades políticas que se sabe que las hubo, casi seguramente nunca se sabrá de ellas. Raúl Reyna desde un principio negó el hecho y señaló que le habían tendido una trampa. La investigación fue contundente y lo sentenciaron a prisión perpetua juntamente con sus compañeros.
En esos días se vivió un verdadero calvario en esa familia, dicen que se endeudaron mucho en abogados, Luisa, su esposa perdió prácticamente el habla, la depresión la consumió por esos días. Doña porota volvió a desaparecer por un tiempo y volvió a aparecer a los meses.  El hijo mayor Eduardo trabaja en una concesionaria de autos y se fue a vivir con su novia al centro y el año que viene dice que retomará la carrera de abogacía. Sofía es madre soltera luego de lo sucedido con el padre tuvo sus deslices ocasionales y en uno de ellos quedó embarazada. El padre nunca se quiso hacer cargo del bebé así que ella lo cría sola con su madre y su abuela. A esta altura Sofía parece estar más tranquila y reflexiva, hasta hemos conversado varias veces en este último tiempo.
Sé ver a Sofía, su bebé y su madre tomar un auto remís los domingos al mediodía para visitar a su padre quien cumple condena en la cárcel de Bower.
Siempre que miro a Sofía no puedo dejar de pensar en todo eso y siento pena por ella, porque pienso que también es inocente.